Es usual considerar a La Patrulla Infernal (Stanley Kubrick, 1957) como el más poderoso alegato antibélico del Cine. Allí, en medio del desasosiego solemne de tres soldados franceses condenados a muerte por sus propios superiores, uno de ellos actúa en otro plano opacando a los demás como si rodase una película paralela. Lo inquietante es que no parece actuar, sino ser eso. A su lado, Kirk Douglas y Ralph Meeker lucen artificiales. Durante la ejecución ese alguien desobedece al director y gimotea sin parar "¡No quiero morir!" La poderosa escena fue improvisada por el actor: Kubrick la dejó intacta.
El sujeto era Timothy Agoglia Carey, actor de insólita carrera en Hollywood. De linaje italo-irlandés, nació en Brooklyn el 11 de marzo de 1929. Efigie amenazante de dos metros de altura, ojos encapotados, sonrisa cadavérica y pelo grasiento, resumía al villano típico. Su temperamento combinaba la humildad del payaso de circo con el exhibicionismo neurótico. Producto de la Era del Método del Actor´s Studio, Carey lo convirtió en el Método de la Locura.
Debutó a medias en El Gran Carnaval (Billy Wilder, 1951). Le dijo a Wilder: “Soy Timothy Carey y me formé en el método Stanislawski”. Para que lo vieran sus amigos se incrustó él mismo en el lente de la cámara, menguando a todos hasta que oyó algo así como “el director ya no te quiere”. De allí fue a ver a Clark Gable, que filmaba Más allá del Missouri (William Wellman, 1951) y Carey fue un muerto flotando en el río. Comenzó a tiritar y el director rugió durante horas “¡Quédese quieto, está usted muerto!”. Deambuló con esa suerte de extinto en TV y en películas menores hasta que logró entrometerse en ¡Salvaje! (Laszlo Benedeck, 1953) como pandillero a las órdenes de Lee Marvin. El director lo vió y le prohibió treparse a una motocicleta, temeroso de que atropellase a la multitud. Carey se desquitó otra vez saltándose el libreto y en un cameo psicótico agitó una botella de cerveza y la apuntó a la cara de Marlon Brando, quizás lo más regocijante del film.
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Hora de estrujar a James Dean |
Para figurar en
El Príncipe Valiente (Henry Hathaway, 1954) escaló la muralla de la 20th Century Fox ataviado con una armadura, se atascó y unos golfistas lo ayudaron a trepar. Abordó al director desenvainando la espada:
“Soy Sir Black ¿Tengo el papel?”. Lo sacaron del lugar. Ese año llamó la atención como matón en el film negro
Crimewave (André De Toth, 1954). Sería hilarante y bufonesco interpretado por otro; a él le permitió trabajar posteriormente a las órdenes de Elia Kazan junto a James Dean en
Al este del paraíso (1955). Allí fue el vigilante de burdel que farfulla como animal perverso: Kazan ordenó que su voz fuese reemplazada y parece que Carey le dió unos puñetazos.
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Carey tranquiliza a un muerto en The Last Wagon |
Se acomodó triunfante en una lista negra: En
The Last Wagon (Delmer Daves, 1956) Richard Widmark lo ridículizó, Carey reaccionó y una escena de pelea se volvió real. Los actores solían reprocharle que él no era la verdadera estrella y que no se quedase quieto, los directores tijereteaban parte de sus actuaciones, era expulsado por alterar guiones:
“Nunca quise opacar a nadie sino hacer lo mejor para el show. Quizás me excedí o no hice lo que querían. Cada película es como la última y quiero ser el mejor”. A veces sólo permanecía en el set porque le temían, pero no lo incluían en los créditos. El crítico Grover Lewis escribió que
“aun en papeles descartables uno podía mirarlo a los ojos y sentir la sensación de verdadero peligro ¿era un demente o un bromista?”
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Casta de Malditos. Habrá un caballo de menos en el hipódromo. |
Stanley Kubrick profetizó la genialidad de Carey.
“No puede hacer dos veces la misma cosa, deliberada o inconscientemente“, dijo, y lo incluyó en el asalto al hipódromo de
Casta de Malditos (1956). En la viñeta más oscura del filme, estremeció como francotirador demente que mata a un caballo en acción: llega en coche al hipódromo, dice ser un paralítico que solo puede ver la carrera desde el estacionamiento y, asegurada la posición de tiro, cumple su trabajo. Al año siguiente Kubrick volvió a dirigirlo en la ya señalada
Patrulla infernal. Rodada en Munich, buscó problemas desde el principio. El actor Adolphe Menjou creía que era irritante verlo con esos zapatos agujereados y haciendo aspavientos con un mono de juguete, a Emile Meyer (el cura de la última confesión) le mordió el brazo en la escena en que Carey moría, Kirk Douglas lo detestaba porque lo ensombrecía. Kubrick alentó a Carey:
“Hazlo como sabes. A Kirk no le gusta”.
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Desafiando cámaras en La Patrulla Infernal |
En ese ambiente extraño, Carey simuló su propio secuestro y apareció atado y amordazado en una zanja cerca del set. La policía lo presionó y confesó el fraude. Ayudó a publicitar la película pero los alemanes querían echarlos a todos. El productor James Harris esperó a que terminase sus escenas y lo despidió. En el estreno, la crítica consideró a Carey el talismán de Kubrick.
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Venga hombre, ya basta de hacerme sombra. |
Luego fue despedido de seis películas consecutivas. Se serenó y rodó el exploitation “Bayou” (Harold Daniels, 1957): el norteño Peter Graves llega al sur, intima con Lita Milan y el lugareño Carey no lo tolera. Hay una memorable lucha a hachazos en un cementerio, y al compás de un acordeón, Carey practica quizás la más increíble danza del cine. Rebautizada “Poor White Trash” en 1961, incluyó nuevas secuencias y fue éxito de público ávido de erotismo expeditivo. Carey se convirtió en celebridad negativa: 10 años después aún era suceso de taquilla. Su rastro de personaje repugnante asomó en filmes olvidables hasta que volvió al éxito con Robert Blake en “Revolt in the big house” (R.G. Springsteen, 1958) y como Pirata Morgan en “The Boy and the Pirates” (Bert I. Gordon, 1960) filmada en ¡Perceptovision!
Kubrick lo quería para
Espartaco (1960) y Carey le dijo que estaba ocupado peinando a sus caballos. Al siguiente año Kubrick insistió: dirigiría a Brando en un western y Carey sería un hostil cantinero borrachín. El director abandonó el proyecto, Brando se hizo cargo y pese al incidente de la cerveza en
¡Salvaje!, no lo echó: pero Carey ahora tuvo apuros con Karl Malden. La película fue la impecable
El rostro impenetrable (1961), pero la mitad de las pasmosas escenas del beodo Carey se amputaron para que Brando luciese la pelambre al viento.
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Brando + Carey en El Rostro Impenetrable |
De inmediato aturdió con insanos parlamentos de convicto a Vincent Price, Rod Steiger y Sammy Davis Junior en
Cuatro Convictos (Millard Kaufman, 1962) y de nuevo lo alteraron en la edición.
“Hollywood está repleto de miedosos y mojigatos” rezongó.
En México se mezcló con la conejita de Playboy Diane Webber (“Sirenas de Tiburón” de John Lamb 1962), filmada en colores por expertos en foto submarina. Una raza de sirenas se cubre los pechos con flores y Carey es un buscador de perlas que dinamita sirenas y lanza mexicanos a los tiburones. Añadieron escenas sin flores cubriendo tetámenes y se reestrenó como “Aqua Sex”, un filme erótico que saturó los autocines.
Nadie imaginó en Hollywood que desde 1956 Carey trabajaba en su
Citizen Kane personal con vecinos de El Monte, California.
“Cansado de ver películas supuestamente controvertidas, quise hacer algo realmente controvertido” dijo.
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El Pecador más grande del Mundo y su Serpiente |
Con 100 mil dólares dirigió, protagonizó, escribió, produjo y distribuyó
The World´s Greatest Sinner (El pecador más grande del mundo), uno de los filmes más proféticos, revolucionarios e innovadores de su época: en la cinta, Clarence Hilliard (Carey, ¿quién otro?) es un vendedor de seguros que va a un concierto de rock, se enardece, cree ser Dios, se hace llamar
God Hilliard y forma una banda de rock
protopunk catequista, soporte de una secta de estética filonazi. En sus conciertos grita
“¡Hay un solo dios y ese dios es el hombre!” y
“¡Todos debemos ser millonarios, dioses, superhumanos!”, se quita la chaqueta dorada, danza absurdamente, toma carrera y se arroja sobre la muchedumbre frenética. Hilliard es una mixtura de Elvis Presley, James Brown, Charles Manson y Jimmy Swaggart.
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God Hilliard en acción. |
Alternando color y blanco y negro, cámara descontrolada en sitios improbables y música de Frank Zappa, Hilliard seduce y estafa nonagenarias, se acuesta con niñas, se postula a presidente, provoca suicidios y desafía al mismo Dios en persona. Si falta algo, todo está narrado por una serpiente.
Recién se estrenó en 1963 en el Wiltshire Theatre de California. Desde los techos del cine Carey disparó con una 38 sobre las cabezas del público, instigándolo a pelearse en el vestíbulo. En la siguiente proyección la gente enardecida chocaba sus automóviles entre sí. Hubo cuatro copias y la temporal pérdida de los negativos perjudicó la distribución.
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Vudú con una hostia |
Anticipándose a Jonas Mekas, Warhol o Cassavettes, que dieron nuevo sentido al cine como vehículo artístico puro, Timothy Carey dijo que quiso alarmar al Hollywood que todo lo resolvía con fórmulas. Cassavetes dijo que la película
"tiene la brillantez de Einsenstein.". El crítico Sam Mac Abee opinó que el filme
“está decenas de años delante de su época, en mensaje, intenciones y métodos. Es la visión objetiva de un alienígena acerca de la hipocresía humana, los mecanismos mentales de religión, política, lujuria y baja autoestima. "Sinner
" es de lo más poderoso e intenso que jamás se ha realizado y muy pocos lo han visto.”
Desencantado, Carey se sumergió en la serie playera de Frank Avalon
Bikini Beach (1964) y
Beach Blanket Bingo (1965) de William Asher: allí cortó en dos mitades a Harvey Lembeck y actuó con Buster Keaton. Luego de hacer ruidos de chivo en
El Oeste Loco (William Graham, 1967), su admirador de antaño Jack Nicholson lo incluyó en
Head (Bob Rafelson, 1968), alarde promocional de los Monkees. Escrita por el propio Nicholson, es una exitosa obra psicodélica y Carey deslumbra allí como el trastornado clarividente Lord High N' Low. De inmediato es contratado para ser el propietario de un sórdido restaurante en
Cambio de Hábito (William Graham, 1969), el filme que acabó con las veleidades actorales de Elvis.
“El Rey vino y me dijo: ¿Eres Timothy Carey? ¿No has hecho Sinner? Siempre quise tenerla ¿Tienes una versión en 16 mm para mi colección? Sabía todo de la película. Yo solo tenía copias en 35 mm y no le envié nada“
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Perturbando a los Monkees y a otros hippies en Head |
En 1969 John Cassavetes le financió el piloto para una sit-com de TV,
Tweet’s Ladies of Pasadena: Tweet (Sí, Carey) es un gigante idiota que patina en skate y enreda todo. Su mujer es una luchadora obesa que regentea una casa de enanas disfrazadas de indias y de animales que hablan. Visten a las bestias porque no soportan verlas desnudas. Entusiasmó a todos menos a la cadena de TV. En 1971 Cassavetes lo dirigió en
Minnie & Moskowitz (en estos alrededores se estrenó con el infame título de
Así habla el Amor) y Carey es Morgan Morgan, el vociferante lunático de una cafetería. El
cameo es excepcional, Cassavetes filmó horas de Carey para su archivo personal y recibió el inusual trato de estrella.
Por esos tiempos asomó en TV: El Virginiano, Ladrón Sin Destino, Daniel Boone, Mc Cloud y otras calamidades. Fue parte del elenco estable de Columbo pero se esfumó sólo para trabajar con Orson Welles en el filme de Brian de Palma Get to Know your Rabbit y con Shelley Winters en ¿Qué le pasa a Helen? de Curtis Harrington. Aún no le faltaba trabajo, pero a continuación protagonizará sucesos difíciles de digerir.
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Carey, Cassavetes y Seymour Cassel en el set de Minnie and Moskowitz. |
Carey hizo algo incomprensible en Hollywood: rechazar tres veces a Francis Ford Cóppola.
“Si hubiera aceptado sería como todos, que trabajan por dinero” se justificó. Mientras filmaba
Tweets lo esperaban en el set de
El Padrino (1971). Dijo estar ocupado, pidió más dinero y Cóppola se cansó. En
El Padrino II (1973) consiguió el papel y montó una escena. Carey llegó con una caja de pasteles italianos a las oficinas del director y sus socios.
“¡Un regalo como muestra de respeto!” dijo. Y sacó un revólver de entre los pasteles grasientos. Les disparó balas de salva y se disparó a si mismo desmoronándose en el escritorio. Cóppola preguntó cuánto quería por actuar pero sus socios no firmaron. Cóppola insistió con él en
La Conversación (1974) y Carey firmó. El productor Ross dijo que no le pagarían por el doblaje.
“Entonces córtenme el césped” respondió el actor y les hizo incluir esa cláusula. Lo sustituyeron por Allen Garfield.
En una extensa entrevista el crítico Grover Lewis le preguntó:
-No se ofenda, Tim ¿usted bebía mucho? ¿Se drogaba?
-No, soy adicto al té. Todos me ofrecían marihuana o cocaína. Tengo mi propia cocaína: mi personalidad, Soy cocaína. ¿Para qué voy a usar esa mierda?
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En Minnie and Moskowitz. Adicto al té. |
Carey emergió en
The Outfit (John Flynn, 1974), violento filme de gangsters: es el mafioso que debe matar al hermano de Robert Duvall. Volvió a la TV en
Toma y
Kung Fú antes de trabajar con pocas ganas en
Un Detective Curioso (Peter Hyams, 1975) con Michael Caine. Parecía eclipsarse, Hollywood no absuelve a los derrochadores de oportunidades y sus papeles ya eran esporádicos, insignificantes. Entonces Cassavetes lo contrató para coprotagonizar
El asesinato de un corredor de apuestas chino (1976). Allí es el mafioso inútil que intenta matar a Ben Gazzara y personifica el espíritu existencialista del filme: la alienación flota en el aire, Carey remolca frases surrealistas e inquietantes. En una escena Seymour Cassel debía tomarlo del collar, y resentido, lo agarró del cuello. Cassavetes alentó a Carey a que le rompiese la nariz a Cassel. Luego el actor invitó al director a su casa, lo disfrazó de perro, le lanzó sus rottweilers y gritó:
“¡No es a ti a quien odian, es al disfraz!” Al funeral de Cassavetes en 1989 envió un réquiem poético:
“Su agraciada humildad, su luz nunca se extinguirá. Cassavetes siempre perpendicular a la humanidad. En mi vida, antídoto contra la apatía como una puesta teatral. Hail Cassavetes.”
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Con Ben Gazzara en The Killing of a Chinese Bookie |
Carey se hundió en el sexploitation de Ed Forsythe
Chesty Anderson USN , en la TV (
Baretta, Starsky & Hutch, Ángeles de Charlie) y emergió con gloria en el corto
Tarzana (1977) de Steve De Jarnatt. Carey es un veterano de guerra que monologa en un torrente de conciencia tardía:
“The world is a cesspool. But I like it!” (El mundo es una cloaca, pero me gusta).
Sin embargo, Carey no podía ya ocultar su inconsistencia; los estudios se resistían a sus propuestas. Además de Tweets..., a la lista de rechazos se sumaba My Casa is Yours, Commercials, y Fiore (asunto real de fregón de autos que resuelve caso de asesinato y necrofilia) de la que después se realizarían dos versiones. En 1979 obtuvo un asombroso reconocimiento: el Tributo a Timothy Carey en Ann Arbor. Apareció en persona las tres noches del evento y se proyectaron El pecador, Tweets, Tarzana, Patrulla infernal, Casta de Malditos y El rostro impenetrable.
A Carey ya le aburría la actuación. Filmó con James Woods Celda sin Número (James Harris, 1982); fue el Ángel de La Muerte en Los Locos del Taxi (Joel Schumacher, 1983); se lo vio en Chips, Lobo del aire y Mike Hammer y se despidió del cine en Echo Park (Robert Dornhelm, 1986). Varios directores usaron su talento en ausencia: filmaba una prueba, contrataban a otro, le mostraban la prueba de Carey y decían “Quiero eso”. El nuevo actor estudiaba la actuación y la copiaba para el film.
En 1989 se congració con Cóppola: produjo y dirigió
Godfarter III, prueba para
El Padrino III (1990). La obra es una joya documental del detrás de escena de Carey y el modo de trabajar con actores. Le bastó un día en el Hilton, una limusina y diez guardaespaldas. Obtuvo el papel que nunca interpretaría: días después tuvo un ataque cardíaco y Eli Wallach lo sustituyó.
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El Entrenador de Insectos. |
Mientras se recuperaba trabajó en su obra más surreal,
The Insect Trainer (El Entrenador de Insectos). Devoto de la escatología de Dalí, Carey se basó en el caso del entertainer francés
Le Petòmane (El Pedómano): un empleado de restaurante chino lanza una flatulencia que hace caer de su silla a una anciana, desnucándola. La obra se centraba en la defensa del acusado en la corte. La necesidad fisiológica, liberadora y casi metafísica de expeler gases era una obsesión de Carey, según él, clave para demoler inhibiciones:
“un gran actor debe ser muy competente para pedorrear en público. Bien fuerte, en cualquier lado.”
Tarantino le dedicó y le envió el guión de
Perros de la Calle (1992). Pasó la prueba y el actor Harvey Keitel le expresó su admiración. Disminuido por otro ataque cardíaco reciente, Carey soltó un simple
“Gracias” y Keitel descifró como ofensiva esa escueta gratitud. Tarantino protestó pero Keitel, también productor, lo dejó afuera. Lawrence Tierney lo suplantó y llamó a Carey para disculparse:
“No puedo creerlo, esos idiotas me dieron tu parte”.
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El retorno de la serpiente. |
Pese a todo, el hombre retornó y sucedió lo que pocos podían creer: restauración y reestreno de
The World’s Greatest Sinner. El crítico Grover Lewis estuvo allí y escribió:
“¿Cruzado o sabio? Difícil de responder. Más aún en esos días de 1992 en que Carey, luego de casi diez años de ausencia se materializó en una velada maniática, implacablemente reveladora, en el Nuart Theatre de Los Angeles. La atracción de la noche era Sinner, quizás la película de autor más bizarra y vanidosa de la historia, que nunca encontró lugar en salas ni en autocines de la época, donde Carey recibía abucheos por “Poor White Trash”. Fue la quinta exhibición comercial de la criatura de Carey. En el intervalo, subió al escenario con un pijama chispeante y con voz devastada citó a Dalí exaltando los placeres de tirarse pedos “Yo me tiro pedos fuertísimos, no soy hipócrita. Consigo los papeles, pero no los interpreto porque mis pedos son atronadores. ¿No podemos pedorrear todos juntos? ”
Una risa nerviosa serpenteó por el teatro mientras yo me movía incómodo en la butaca. Carey contó chistes de pedos, imitó voces infantiles, hizo muecas, canturreó, cargó contra “la podrida cultura del dinero de Hollywood” y terminó levantando una pierna y fraguando el estrépito de una espantosa ventosidad. Carey se apostó en el lobby, sonrisa rígida, pronto a firmar autógrafos. El público siguió de largo. Pude verlo de cerca: algo no estaba del todo en su lugar, pero no era un gagá. Era un artista primitivo, un ser humano primitivo”.
Con todo listo para rodar
The Insect Trainer, Carey tuvo otro ataque cardíaco y murió el 11 de Mayo de 1994. Posteriormente, la obra teatral financiada por Martin Scorsese, fue producida e interpretada por su hijo Romeo Carey en 1996.
En una carta de Enero de 1994, Ray Carney, profesor de Cine y Estudios Americanos de la Universidad de Boston, le había escrito: “Qué extraordinario guión el de The Insect Trainer, bizarro, fantástico, e inclasificable trabajo ha creado usted. En una vena Joyceana, Swiftiana, Daliniana, usted viola todos los tabúes, cruza todas las fronteras, rompe todas las reglas, y extáticamente, nos lleva a lugares nunca soñados en el drama. El guión es un 'gas' en otro sentido de la palabra: es gas hilarante. Celebración de la excentricidad, la heterogeneidad, la humanidad infrecuente. Una expresión de amor por sentimientos olvidados o perdidos. Usted destruye el estreñimiento mental y espiritual que aflige al arte y a la vida. Usted libera el espíritu. Si nos dejáramos atrapar por la gracia y el llamado de atención que usted provoca, sacudiría nuestras vidas de zombis conformistas. Es un tremendo trabajo. Bravo. Bravissimo!”.